Seamos serios, trabajemos por el camino largo de razonar

Por: Juan Camilo Rojas Arias

Seamos serios, trabajemos por el camino largo de razonar

Existe abundante conocimiento ya decantado por la ciencia sobre el funcionamiento del cerebro. La evolución, la condición racional y la interconectividad de las situaciones que supone vivir en mundo relativamente caótico por naturaleza, pero positivado y organizado por sub clases y códigos humanos, genera el constante repertorio de pequeños dilemas cotidianos cuya solución es necesariamente una consecuencia de estar inmersos en realidades complejas.

Estas decisiones se multiplican para transformarse en oleadas masivas de cuestiones que requieren nuestra atención, por ejemplo: qué profesión estudiar, cuándo irse a vivir solo, por quién votar, sobre qué aspectos de la vida tomaré las riendas y en cuales delegaré las decisiones en gestores, etc.. En suma, se trata del dilema muy bien decantado por la economía comportamental (Animal Spirits – J.M Keynes) y por el doctrinante por Cass Sunstein en su postura sobre “Choosing Not to Choose”, en donde básicamente los seres humanos racionalmente deciden no decidir o, en muchos casos, deciden a través de atajos mentales llamados heurísticos, en un modo tan automático que no deja de resultar inquietante y de por sí, poco racional en estricto sentido.

Lo anterior me ha llevado a analizar las tendencias en las cuales está girando el debate presidencial en Colombia, en donde se ha generado un ambiente heurístico, en mi opinión inducido, para reducir la elección de los votantes a definirse y elegir si son de derecha o izquierda, generando una masificación de tendencias en comunicaciones que distraen la atención racional de una buena decisión política, reduciéndola a un debate segmentado que no construye ni permite analizar de fondo realmente los temas que nos deberían preocupar.

Mi principal propósito en esta columna es dislocar los atajos mentales que se han creado en torno a estas elecciones presidenciales. Como punto de partida, considero vital que evitemos caer en la trampa de la segmentación y la de reducir el debate a la trampa política de ser de izquierda o derecha, términos difusos y pocos prácticos en el día a día, que no aportan per se a la construcción de un país mejor, sin desconocer su contenido histórico y lo válido de su desarrollo académico en la construcción del Estado moderno, Entonces mi primera regla para salirnos de los atajos mentales es inclinarnos hacia lo que funciona bien para todos, sin importar su corriente, recordemos que la racionalidad de posturas no es una zanja que nos salve de las atrocidades, recordemos que hace algunos años, por ejemplo, era válido suponer la incapacidad de la mujer ose reconocía la bondad de comercializar con cargos públicos, entre otras medidas aceptadas por la mayoría de una forma heurística.

El debate intelectual filosófico entre derecha e izquierda, liberalismo, paternalismo, capitalismo, socialismo o comunismo si bien resulta interesante de discutir, a la luz de su peso en la configuración de los Estados de bienestar y de su peso en el recuento histórico de las naciones, sea una verdad, que a la luz de los debates presidenciales no reviste mayor importancia su implicación ni alusión, porque la realidad, que no solo supera la ficción y las probabilidades de los modelos económicos y jurídicos, se ha estructurado sobre una serie de patrones mixtos de corte capitalistas, comunistas, socialistas y neoliberalistas.

Por ejemplo, la construcción de la realidad económica y de las políticas públicas está plagada de ejemplos mixtos y no de fórmulas sectarias radicales, como exclusivas de corte capitalista o socialistas (derecha o izquierda).A este efecto, recuérdense los laborados debates en la época temprana del surgimiento a gran escala del capitalismo en el siglo XIX debido al sistema de producción en serie y la industrialización, lo que trajo consigo no solo el establecimiento actual de funcionamiento económico (la sociedad comercial, los bancos), sino una serie de retos y riesgos tales como: riesgo económico endémico, posición dominante de mercado, riesgos laborales, precarización de la condición humana por el trabajo, entre otros. En este contexto, se generaron los movimientos obreros por la década de 1810, los luditas – artesanos que se oponían al cambio generado por el capitalismo, alentaban la destrucción de las máquinas que generaban desempleo y proponían un movimiento colectivo algo similar al Kibbutz de Israel. De igual forma surgió el marxismo, como una doctrina que sobre la base de los logros capitalistas (la gran productividad de este sistema) proponía un modelo de organización y planificación central (planificación centralizada), posteriormente y en mi opinión, los visionarios de lo que denominamos izquierda más influyentes y que mejor supieron leer el futuro y la estructura del mundo fueron los revisionistas (Eduard Bernstein – Karl Kautzky), quienes pensaban en una continuación del sistema capitalista pero limitada o corregida en sus excesos o defectos a través de la democracia parlamentaria.

Lo anterior, fue lo que impulsó la creación de normas sobre: accidentes industriales, seguro sanitario, pensiones, seguro de desempleo, entre otros, en sí la base del Estado de Bienestar, y por otro lado se fue llevando a los gobiernos y a los mercados a temas de leyes de responsabilidad limitada y quiebra.

Al final la confluencia de posturas filosóficas producto de la observación social de las medidas económicas de la época, permitieron una humanización del capitalismo, pero realmente lo que vale destacar de todo ese camino, es que la construcción de lo que podríamos entender como perfección, no se haya en la imposición de las ideas ni en el rechazo de las bondades del otro, la evolución que resulta en muchos casos perfecta, nos ha demostrado en este y muchos otros casos que se debe construir sobre lo establecido.

Lejos de ser perfecto, si resulta ser más prudente y eficiente en términos de política pública tener una postura moderada y prudente que experimentar con la economía y/o con la sociedad, ya que, los costos del fracaso solo en  términos humanos pueden ser muy altos, desapegarse del status quo si bien resulta prometedor, puede ser una quimera, un discurso demagógico de venta de sueños sobre las infinitas aspiraciones humanas y no prospectivas basadas en la prefactibilidad. Por tal razón, temamos a los vendedores de sueños y no caigamos en la trampa de la segmentación por identificar derecha cierto izquierda falso, o derecha falso izquierda cierto, derrumbemos el mito y encontremos la diferencia de los planes basados en quimeras de los basados en factibilidades.

En suma de lo anterior, cuestionemos verdades antes de darlas por sentado, véase el caso de Singapur: una Nación, a juicio de los principales medios como defensora del libre comercio y de gran receptividad a la inversión extranjera -lo cual es cierto-, pero esta información parcial nos puede llevar a un determinismo heurístico y afirmar que Singapur es un caso de éxito solo por estas medidas aisladas de corte capitalista.Sin embargo, frente a este caso, debemos saber que la receta tiene muchos ingredientes, por ejemplo: casi toda la tierra de Singapur es de propiedad del Estado, el 85% de las vivienda las otorga el Housing and Development Board y el 22% de la riqueza nacional proviene de empresas públicas, con esto, simplemente solo debemos considerar, que no existe un modelo económico en toda la historia de la humanidad que pueda explicar el éxito de esta combinación de mercado libre y socialismo, por tal evidencia, debemos cortar la heurística, y ser más escépticos y cautos a la hora de sacar a priori conclusiones.  

Al final, no caigamos en la trampa del cretino, que le señalan la luna y solo ve el dedo y no la luna. Escojamos y decantémonos por lo práctico, por lo que funciona, más que por la tendencia social de corrientes de pensamiento irrealizables y que poco o nada le aportan a un debate político. Aterricemos en las propuestas de los candidatos no en su apariencia ideológica - que rara vez terminan siendo armónicas las posturas ideológicas y los intereses de los candidatos-, al finito, en un mundo como el actual, el valor supremo es construir sobre lo construido y no prometer éxitos donde no existe ni siquiera un ladrillo puesto, la grandeza no se da por generación espontánea, se da por la agregación de éxitos de menor dimensión, sobre esa base, sugiero realicemos nuestros análisis.

Lastimosamente, el debate electoral se llena de eufemismos, en la calle la gente solo dice “hay que votar por la derecha / hay que votar por la izquierda”, dependiendo del ambiente, tanto los candidatos identificados como de “derecha” o de “izquierda” antagonizan a sus rivales menospreciando sus posturas y descalificándolos políticamente sin más que su aparente ideología, aduciendo falazmente irregularidades en el quehacer público atribuyéndoselo a la aparente ideología y no al ser humano que estuvo detrás de los excesos o defectos públicos - Los gobiernos de derecha se han robado el país / los gobiernos de izquierda se han robados las ciudades, etcétera.-, es claro que la acepción de derecha o izquierda se usa en demagogia sin una lógica que fundamente su uso de acuerdo a su peso historiográfico, lo cual objetivamente no le aporta nada a un debate político que construya o que sirva para algo.

Así las cosas y con él a veces empobrecido por no decir menos del debate electoral, resulta ineluctable reducir las posturas de izquierda o de derecha en Colombia más a una posición de debate defensivo que a una corriente ideológica bien fundamentada, aparentemente en nuestro país la ideología se adquiere por debate, ya que los candidatos llaman de derecha o de izquierda a toda aquella postura que se oponga ideológicamente a lo que se propone, sin importar su base, empirismo, finalidad o fuente. Por tal razón, considero que nuestro deber es ir  más allá de las etiquetas creadas e identifiquemos las características humanas y técnicas de los candidatos, luego permeemos sus propuestas, para cuestionar y ponernos de acuerdo sobre lo fundamental, que es lo que necesitamos como colombianos.

Seamos serios; más allá de la identificación y de las etiquetas, existen fundamentales que requieren nuestra atención. La corrupción, la inseguridad, el narcotráfico, la pobreza, el desempleo, la implementación proceso de paz, la sostenibilidad del sistema pensional, el desbalance fiscal etc., son productos de la matriz social y burocrática con la que convivimos y coexistimos. Ahora, en nuestra coyuntura replanteémonos, ¿tiene más valor lo ideológico que la verdadera realidad de las cosas? No importa tanto si una medida o política sirve al bien común ¿Importa más si es de derecha o de izquierda?. Lastimosamente, eso califica, en el mundo de hoy, la nobleza de las cosas y lo cierto de las mismas. Ahora, ¿cuál es bueno o malo?

Pensemos en el actual gobierno, cuyo líder representa la denominada centroderecha colombiana, aunque en su trasiego de gobernante se le asignaron posturas ideológicas incluso contradictorias, al final, respecto de políticas sociales, vale resaltar que en los 8 años del Gobierno de Santos, dejan un índice de Gini más favorables (menor) y una reducción multidimensional de la pobreza en casi el 50%, por lo cual, resulta válido cuestionarnos: ¿derecha o izquierda? ¿estas decisiones políticas adoptadas son buenas porque el gobernante es de derecha o de izquierda? Yo creo que se trata de un ruido innecesario, como lo he insistido, decantémonos por lo práctico y funcional. Las decisiones políticas son buenas en sí mismas porque favorecen criterios de equidad social, bien común o generan beneficios medibles y objetivos.

Al final, si leemos las propuestas de los candidatos, TODOS hablan de políticas inclusivas sociales (unos más que otros), en especial candidatos que se identifican de derecha, pero que parecen de izquierda, pero que se les oye y saben a izquierda o se auto sitúan en el centro. ¿Confuso? Y ahí está la razón de toda esta trama.

Confunde y luego divide. No hay derechas ni izquierdas. Lo que sirve al bien común de la sociedad es lo correcto. La derecha y la izquierda son etiquetas ideológicas que sólo generan confusión y división y sirven a los propósitos egoístas y ególatras de determinados políticos. Y hoy lo que tenemos es una sociedad dividida -sin ser consientes del por qué- y desigual, pisoteada por su misma gente, bajo el manto de las etiquetas, el miedo y las permisivas y altaneras redes sociales. Y en política, y en sociedad, debemos tomar todo aquello que sirva al bien común de Colombia. La prosperidad de un pueblo está en su cultura y en el respeto por el otro, no en las ideologías.

Por todas las cuestiones expuestas considero que los colombianos, si deseamos clarificar de qué se tratan nuestros principios y nuestras decisiones en política, grave error cometeríamos si aceptamos el reduccionismo demagógico de centrar el debate político en segmentaciones poco prácticas identificativas de derecha o de izquierda. Si levantamos el velo de los dos términos en cuestión, que no dicen absolutamente nada por sí solos, y somos más profundos y claros a la hora del debate podremos finalmente comenzar a compartir con los demás de que se trata Colombia y su rumbo. Delimitemos los fundamentales de nuestro futuro, salgamos del “modo avión” y no entreguemos nuestro poder de decisión, asumamos la culpa y el éxito de nuestra movilización y sentido político, Colombia es más que lo que nos dejan ver las etiquetas, trabajemos y exijamos conforme la mejor visión de lo que esperamos de una Nación en evolución como la nuestra.

En suma, como en cualquier relación, acordemos los fundamentales y que nuestros líderes discutan sobre los ejes de la nueva Colombia.

Mis ejes:

  • Necesidad de moderación social (en los debates, en nuestra convivencia y en nuestras emociones)
  • Garantía de respeto irrestricto a las tendencias, perspectivas y prospectivas de vidade los demás (de actividad empresarial / de culto religioso / de tendencia social y económica / de garantía de equidad / de fortalecimiento de los derechos humanos y de la vida misma).
  • Prospectivas reales de crecimiento moderadas pero cierta.
  • Cómo se va a computar el creciente déficit fiscal, frente a las demandas sociales cada día más crecientes y en especial en una etapa de posconflicto.
  • Quiero conocer propuestas para dinamizar un anquilosado pero orgulloso sistema democrático continuado.
  • ¿Qué postura se tiene frente a la desigualdad?
  • ¿Cómo se va a trabajar en la infancia menos favorecida de Colombia?
  • Cómo se llevará a Colombia a un nivel mejor en educación ¿qué cuantificaciones tienen para esto?
  • ¿Quiero que se debata sobre las capacidad -reales- instaladas en los mercados de Colombia para competir en un libre mercado como el actual?
  • ¿Cómo tratar el problema de productividad y eficiencia de los mercados colombianos?
  • ¿Cómo se diversificará nuestra oferta exportable?, es claro que todos sabemos que se debe hacer, el debate debe centrar es en el cómo.
  • ¿cómo armonizar el equilibrio de cumplimiento fiscal – evasión y competitividad ?.
  • ¿Los candidatos están de acuerdo en flexibilizar el mercado laboral?
  • ¿Cómo será la política de posconflicto? -¿se seguirá – cómo se financiará?.
  • ¿Cuál es la postura frente al Fracking?
  • ¿Cuál va ser la postura diplomática de Colombia, frente a gobiernos polémicos y necesarios como USA, Venezuela, Rusia ?

 

Al final, no miremos el dedo, miremos la luna, seamos serios, las cuestiones de fondo no la reduzcamos a la derecha o la izquierda, son cuestiones de civilización y sentido colombiano común. Aupar con la mayoría no es libertad es comodidad mezquina.

 

Juan Camilo Rojas Arias

Abogado, especialista en derecho comercial y con dos Maestrías en Derecho Internacional y en Derecho Económico y Políticas Públicas, actualmente optando por la candidatura a Doctor por la Universidad de Salamanca España.
E-mail:
camilor99@hotmail.com

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