La simplicidad como elemento necesario en nuestro proceso evolutivo

Por: Juan Camilo Rojas Arias

La simplicidad como elemento necesario en nuestro proceso evolutivo

En un momento de ocio, como los que mi generación se suele regalar como terapia a la realidad, o como mecanismo de adaptación por haber evolucionado en un mundo cambiante-tecnológico que puso a nuestra merced instintiva un espacio infinito de posibilidades, conocimiento y estímulos de forma simultánea, que generó una necesidad constante de activación de nuestro sistema de recompensas, lo que yo llamo el Sistema de Necesidad de satisfacciones inmediatas y consecutivas todos los días, y que finalmente  nos ha llevado a revalidar la finalidad de la vida más allá del status quo establecido por la generación antecesora o de los parámetros racionales de seguridad y orden. En ese momento de ocio filosofal de redes sociales, me topé con una imagen que buscaba ridiculizar las nuevas tendencias musicales, el autor de esa imagen compartió 2 partituras: una de Beethoven y otra de algún cantante popular actual, haciendo evidente la abismal complejidad de una partitura clásica frente a la simpleza de la moderna.

A pesar de la evidente finalidad de la imagen compartida, la misma no tuvo en mí el efecto obvio de burla o rechazo respecto de la forma como se produce la música del ahora (al final es un tema del que poco o nada sé), pero si fue el momento oportuno para reflexionar sobre un aspecto trascendental que está transformando nuestra forma de relacionarnos en la sociedad, al igual que la lógica de los mercados: la simplificación del todo, que se constituye como la llave del éxito evolutivo bajo la nueva tendencia del mundo actual.

Ahora bien, lo que si debe quedar claro es que detrás del concepto de simplicidad siempre está el de complejidad, porque la simplicidad “útil” solo es posible cuando se tiene decantado el conocimiento complejo de tal forma que se puede expresar su idea de una forma fácil abstrayendo el detalle, la aleatoriedad y la impredictibilidad de lo complejo. En este sentido, lo complejo es el universo de un eje temático o del todo, lleno de múltiples interacciones entre los objetos y sujetos en diferentes escalas de ese universo, y donde es difícil calcular el resultado de esa interacción. En todo caso, en un mundo como el que tenemos,  la simplicidad está migrando del deber al ser, tornándose en un objetivo evolutivo y necesario de lo complejo, ya que estas concepciones racionales son elementos  determinantes de la operatividad estructural de nuestra sociedad y de las organizaciones.

Con lo anterior, aclaro que la simplicidad no es volver al determinismo universal y radical. Es entender el todo y de ahí partir a soluciones simples que atiendan la coyuntura y el germen evolutivo. Es claro que la organización de la sociedad, de la construcción del Estado moderno y de un sistema político y jurídico, pasa por toda una estructuración rígida de segmentación, identificación, de establecimiento de requisitos y procedimientos, bajo el imaginario colectivo que todo sea eficiente. Sin embargo, no se tiene en cuenta que la estructuración de un orden o un sistema jurídico o político, que no tiende naturalmente a depurarse como los procesos evolutivos biológicos tiende al incrementalismo. La construcción de nuestro Estado y de nuestro sistema jurídico no evidencia un proceso de planeación de largo plazo, la realidad nos ha mostrado que la respuesta como regla general para adaptarse a los requerimientos sociales es  la tendencia a crear más instituciones, más normas y a generar  incrementos marginales y acumulativos, algo insostenible, costoso de administrar y a la larga: ineficiente.

En efecto, podemos identificar que la filosofía en el funcionamiento del sector público y del derecho para dar respuesta a la sociedad se rige por la lógica del proceso, de acuerdo con esta lógica que pulula en todos nuestros escenarios, para enfrentar  las necesidades del desarrollo de la sociedad siempre surge una ley, una institución o una nueva medición. Al efecto, pensemos en el proceso de un asunto social que capta la atención de la agenda pública:

La corrupción es un problema aquejante del ahora, el cual debe ser abordado inminentemente. Este tema genera un boom mediático, en virtud de este boom, la ciudadanía se organiza y opina en redes sociales, los medios centran su atención en esta coyuntura, las agendas públicas se entronizan conforme este tópico, la Presidencia de la República intenta armonizar las agendas y las capacidades de los agentes públicos, cada cartera Ministerial emplea su curso de acciones necesarios para conjurar este mal incluyendo la presentación de proyectos de ley, los entes de control preparan su arsenal convenientemente investigador para iniciar una cacería incesante a fin de mostrar resultados y atacar la decaída percepción de justicia y transparencia que cobijan a los gobiernos, se empoderan los cargos en contra de la corrupción: el fiscal anti corrupción - Zar anticorrupción, el Alto Consejero Presidencial para la Transparencia, el Observatorio de Transparencia y Corrupción, el sistema judicial, todo se organiza en un proceso de funciones acumulativas que rara vez dan un resultado de impacto con verdaderas consecuencias sociales, pero llevar a cabo este proceso mediático si conlleva altísimos costos de tiempo y de bienestar.

Conclusión primera: Afrontar las nuevas complejidades de la sociedad y la tecnología (Uber – Fintech –entre otros) desbordan la planeación pública y los procesos de legalidad pre establecidos e implican,  una sincronización de capacidades públicas que terminan por encostrar la acción, haciéndola excesivamente lenta o haciéndola con un impacto nulo en el tiempo.

A la luz de lo anterior, debemos considerar que la solución de los problemas no debe pasar ni por la creación de una nueva instancia ni con la expedición de una norma. Al final el reto es organizacional. Es activar la interacción de las entidades, el sector privado y los ciudadanos en busca de la perdida conexión con la realidad, para lo cual se requiere que todos los agentes tengan facilidad de adaptación. Básicamente la base de la simplicidad es la cooperación, a mayor cooperación menos recursos hay que emplear.

Para el caso que tomamos de ejemplo, el crecimiento exponencial de la corrupción es una falencia de cooperación en nuestro funcionamiento como sistema y como sociedad. La corrupción es el resultado de la desarmonización de la función pública, donde la individualidad reina sobre la generalidad. Cuando el funcionario público decide desviar el rumbo de su acción sobre el interés privado, debe entender que su acción esta drenando recursos de bienestar social. No denunciar por apatía o desconfianza en la administración de las instituciones, no solo es un acto permisivo de enriquecimiento ilícito de un tercero, es acto social que va en contra de todos.

La falta de canales de información cruzada en las entidades del sector público es realmente desconsolador, las bases de datos de unas y otras entidades no trabajan de manera integrada y menos con los gobiernos territoriales. De tal suerte que luchar contra la corrupción de una manera desarticulada a través de un ente fiscalizador toma más tiempo, más equipos y más recursos. Al final quien tiene que asumir la falta de cooperación del sector público son los ciudadanos, a través de la perdida de inversión social.

La visión de proceso acumulativa (incrementalismo) pasa una factura de complejidad, ya que su desarrollo y planificación ha pasado por un proceso de incorporación de más actores, más niveles de interacción y menos probabilidad de medir las acciones y sus resultados. Los enfoques incrementalistas de gobernanza no fomentan la cooperación, solo buscan agregar nuevas normas y nuevos agentes  para hacer frente a las necesidades de por si cambiantes y crecientes, generando la costosa y paquidérmica ineficiencia del sector público.

Con todo lo anterior, lo que quiero resaltar es que los procesos evolutivos en la sociedad y la naturaleza tienen un árbol común complejo que necesariamente va especializándose retirando de la evolución todo aquello que no reporta un valor y/o utilidad. De esta forma, ahondando en paralelo con la obra humana por excelencia de la evolución “La evolución Darwiniana” encuentro una clara divergencia entre la base evolutiva biológica y la racional del derecho y la administración pública. Por ejemplo, imaginemos como lo ilustraba Darwin, que todas las especies compartimos un tronco común conformado por todos nuestros antecesores unicelulares. Las ramas son desarrollos posteriores en el tiempo, lo cual genera, bajo esta lógica, seres mejor adaptados en donde la principal función del evolucionismo es retirar todo aquello que no representa una ventaja para la supervivencia, buscando la simplicidad del ser que permita mejor su adaptación al entorno. Este planteamiento difiere de la evolución racional creada por el hombre, para ejemplificar, el derecho y el Estado, en donde si bien se entiende la relación de un tronco común del que parten, su evolución no se ha inclinado hacia una sana depuración de su expansión, por el contrario, ha generado un bucle constante acumulativo de estructuras y regulaciones.

Reitero que no debemos perder el objetivo que la simplicidad es el subyacente necesario de la evolución, concepto humano que necesariamente debe ir aparejado con la cooperación, por ser esta ultima la herramienta más eficiente de crecimiento social. A este efecto, la función pública debe atender unos parámetros de empatía y cooperación a fin de evolucionar no en un ente estatal enorme sino efectivo, en donde se debe: (i) entender el marco de competencia de otros; (ii) encontrar la causa final de la intervención pública que se ejerce desde determinada entidad – ir más allá del tecnicismo escrito de la forma; (iii) reforzar el liderazgo del funcionario público como articulador del aparato estatal, al final son los que impondrán la cooperación como agenda pública y no el interés particular; (iv) empoderar a la ciudadanía, efectivizar los mecanismos de control y acceso a la información pública, esto podría generar la base de una cooperación de lo público y lo privado.

El sistema actual es paralelo y abultado no apto para la cooperación, cuya justificación más que funcional reside en el valor individual de no cooperar, ya que funge como una herramienta de uso inmediato político o como una carta individual de navegación en busca de objetivos egoistas, lo cual es un funcionamiento autónomo disfuncional.

En suma, el mensaje es acompasar la lógica con la simplicidad: menos es más. Aunque nos educaron para hacer más más y más y no mejor. Como ciudadano, prefiero menos anuncios triunfalistas, menos estrellas políticas mediáticas y una mejor función pública no rimbombante.

 

 Juan Camilo Rojas Arias

Abogado, especialista en derecho comercial y con dos Maestrías en Derecho Internacional y en Derecho Económico y Políticas Públicas,
actualmente optando por la candidatura a Doctor por la Universidad de Salamanca España.
E-mail:
camilor99@hotmail.com

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Comentarios


Martha L.Arias February 21st, 2018

Claro y simple muy fácil de entender Ojalá algún día los legisladores de turno dejarán tantos egos y le den continuidad a las buenas iniciativas. Me gustó ...FELICITACIONES.

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