La norma, lo normal y lo anormal

Por: Juan Camilo Rojas Arias

La norma, lo normal y lo anormal

Enrumbados y pronosticados nuestros designios como país después de las pasadas elecciones del 27 mayo, deviene el guayabo existencial que genera el fanatismo como contraposición a los juicios racionales sobre el futuro, dependiendo si nuestro candidato y/o corriente de pensamiento resultó favorecedor por la voluntad popular. Como en todo exceso humano, después viene la reflexión. Momento de la vida, sucedáneo y constante, no necesariamente enriquecedor, que nos permite afrontar y plantear cuestiones reales a circunstancias existentes que debemos afrontar.

En el marco circunstancial que aflora en las etapas reflexivas, y de cara al nuevo cuatrienio que se viene planteando, creo que debemos mirar más allá como Nación (sector público y privado) para hacer frente a la realidad caótica y rápidamente evolutiva a la que nos estamos enfrentando. En momentos de calma y no bajo el fervor electoral, todos reconocen que la economía colombiana es volátil y en gran medida está dictaminada por los precios de las materias primas en el mundo, de tal forma que, si suben, se favorece la inversión y el crédito, a su vez que el ingreso, conocido como un ciclo expansivo o de auge, por contera, se conoce como un ciclo depresivo y o de contracción.                                        

No obstante mi intención en esta ocasión no es caer en los lugares comunes en los que incurro tercamente  en mi cotidianidad, como lo he anticipado, en esta etapa reflexiva, quiero llamar la atención sobre eventuales circunstancias que, sin ser evidentes en el hoy, seguramente dictaminarán la nueva agenda política y gran parte del esfuerzo fiscal de nuestro país para conjurarlas, adaptarlas o entenderlas.                                                                                                                           

No resulta ser una reflexión autónoma, es la recopilación de muchas voces que resaltan la importancia que las Naciones se alineen en torno a los siguientes retos (i) cambio climático, (ii) revolución digital – 4.0, (iii) política & corrupción.  No hacerlo seguro será una crónica de un choque poderoso anunciado, pero no previsto por las instancias legales ni las instituciones actuales.

Las ciencias sociales como la antropología, la psiquiatría, la sociología, el derecho, la política son efecto de las relaciones de los hombres entre sí en la construcción de la cultura y de los códigos comportamentales. En este entender, debemos impulsar a que las disciplinas sociales se centren en las problemáticas científicas objetivas y no en las charlas discursivas de la política sin sentido social, debemos pasar la página de los comodities, el aguacate hass (sin decir que no debemos actuar y que no sea un aspecto estructural en el hoy), pero debemos fortalecer el sentido de las ciencias como predictivas para conjurar lo que racional y previsiblemente se avecina para construir las humanas.

Los retos no resultan menores en los ejes someramente enunciados: el cambio climático supone planes preventivos y cuya desatención, o atención tardía, traerá fuertes presiones sobre el gasto para conjurar los efectos derivados de su innegable existencia, en especial tratándose de normativas ambientales que en la práctica son irrespetadas. Por su parte, la revolución 4.0 denominada digital, no supone un reto predictivo muy grande respecto del gran cambio que va generar en el corto plazo, desarrollos relacionados con la inteligencia artificial, big data, robótica, blockchain, computación cuántica y redes neuronales, no solo con las modificaciones positivas que va generar sobre la calidad de vida, la salud y las políticas públicas, también supone retos a enfrentar relacionados con la pérdida de fuerza de trabajo humana reemplazada con estos desarrollo. Según la ONU, en las próximas décadas dos de cada tres empleos formales en Latinoamérica serán automatizados, que sucederá con una expectativa de vida creciente frente a pensiones, regímenes de salud, laborales etc.

En cuanto a política y corrupción, es evidente la mezcla de la evolución de la sociedad con los escenarios reales y virtuales, que supone la interacción constante de los ciudadanos en los medios virtuales, generando que la gran parte de los debates solo se den en estos escenarios y se traslape la personalidad digital a las cuestiones comunes reales, hecho social que debe ser objeto de observación. Por ejemplo, algunas mediciones realizadas en el mundo arrojan datos muy interesantes sobre el acercamiento de los jóvenes con la realidad a través de estas herramientas, por ejemplo: El 94 % de los jóvenes del Reino Unido consumen noticias por internet a través del celular; los latinoamericanos pasan en las redes sociales el 29% del tiempo que están en Internet. Estos hechos cambian paradigmas tradicionales sobre determinados conceptos, de tal manera, la política ya no puede ser considerada como una muestra estrictamente local, ahora lo local se mezcla con lo global de una forma simultánea, creando contundentes olas de acercamientos políticos interculturales, choques políticos externos, y participación e interés virtual en aspectos no muy masivos por tradición; véase Venezuela, U.S.A, Rusia, etc.

Frente a los retos externos que se avecinan es vital entender la función de la norma y la normalidad. Los factores referenciados son anormales en nuestra concepción limitada del mundo, el progreso y el avance por cuestiones asociadas a nuestro nivel investigativo como Nación. No obstante, debemos rechazar el concepto de normalidad como elemento estabilizador de las agendas políticas, recordemos que las normas son el resultado de la unificación racional sobre una diversidad que se quiere entender, predecir, incentivar o desincentivar. Así las cosas, para introducir conceptos extraordinarios en ordinarios en nuestras agendas políticas es claro que en muchos casos y dada nuestra tradición romano-germánica necesitamos la norma, pero en la génesis de la norma hay un elemento cohesionador y fundante que es la preferencia.

Lo normal se construye a partir de valoraciones que expresan ciertas preferencias e inevitablemente ciertas discriminaciones, necesariamente la normalidad es lo que se expresa en opuesto de algo, de tal forma que su estructuración social, solo se puede entender y cambiar desde la identificación clara de los opuestos de normalidad y anormalidad.

En nuestra sociedad resultan aberrantes los efectos narcóticos de la normalidad, ya decía Focault a mi entender, que la normalización de los sistemas de poder basados en la auto idealización se enmarca en la imposición de los mecanismos establecidos, de tal virtud, la disciplina de la normalización genera como efecto colateral la tolerancia social a la no exigencia de estándares mejores; por ejemplo: más investigación aplicada, mejor educación, menos tolerancia a la corrupción. Al final debemos identificar el patrón de funcionamiento de la norma en concreto en la sociedad, no en su condición dialéctica y finalística sino en su papel de compliance, vale decir, la cuantificación objetiva de su nivel de exigencia y coerción con respecto a los ámbitos en que se requiere.

En consecuencia, el compliance de la norma general como parámetro anormalizador de lo inmoral, pero normal por una conducta disciplinada, es una expresión de poder que al final reside en nosotros mismos. No es simplemente, y ni siquiera, un principio de inteligibilidad, es un elemento a partir del cual puede fundarse y legitimarse el constituyente primario, el pueblo en quien origina el ejercicio del poder y una forma efectiva de cambiar la realidad o de volver lo anormal en normal.

Al final, como dijo el célebre autor Álvaro Mutis en su obra Grieta Manantial:

Cala tu miseria,

sondéala, conoce sus más escondidas cavernas.

Aceita los engranajes de tu miseria,

ponla en tu camino, ábrete paso con ella

y en cada puerta golpea

con los blancos cartílagos de tu miseria.

 

Compárala con la de otras gentes

y mide bien el asombro de sus diferencias,

la singular agudeza de sus bordes.

(…)

No mezcles tu miseria en los asuntos de cada día.

Aprende a guardarla para las horas de tu solaz

y teje con ella la verdadera,

la sola materia perdurable

de tu episodio sobre la tierra.

 

 

Juan Camilo Rojas Arias

Abogado, especialista en derecho comercial y con dos Maestrías en Derecho Internacional y en Derecho Económico y Políticas Públicas,
actualmente optando por la candidatura a Doctor por la Universidad de Salamanca España.

 

 


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