La distopía colombiana: entre políticos oportunistas y redes sociales

Opinión

La distopía colombiana: entre políticos oportunistas y redes sociales

La distopía colombiana: entre políticos oportunistas y redes sociales

 

Por: Juan Camilo Rojas Arias: Abogado candidato a Doctor, con Máster en derecho económico y políticas públicas e internacional (LLM), Especialista en derecho comercial con profundización en el área de derecho económico, internacional y de la administración pública.

 

 

La representación del futuro como un lugar hostil que invita a mirar el presente como un eslabón doloroso entre lo que pudo ser y no es y lo que podría ser y no será, nos lleva a una realidad sin salida fomentada por aquellos que ven el futuro en la destrucción de valor y no en la construcción de soluciones.

Hoy estamos en un presente artificialmente poco digerible, debido a la incesante reinvención de la realidad cotidiana a través de las redes sociales. Realidad editada por políticos expertos en despertar pasiones y no razones, influenciadores mercantilizados, agendas políticas al vaivén de los intereses de los agitadores y no del pueblo, percepciones emocionalmente calculadas y potenciadas por algoritmos que sin corazón y sin maldad – características a hoy propias de las personas humanas y no de sus instrumentos o creaciones- pero con una gran arquitectura enfocada en la psicología de las decisiones humanas, hacen de la interacción social virtual, un lugar adictivo y satisfactorio a nuestras mentes instintivas, buscadoras de placer y de refuerzos positivos por necesidad de inclusión, aceptación y pertenecía de grupo, rasgos evolutivos e irrenunciables que los algoritmos de las redes sociales, como algunos mercaderes de la política, saben explotar muy bien.

Esta mezcla de oportunismo y tecnología se ha filtrado en las formas narrativas de nuestra sociedad, en especial, la esfera política, donde el rencor, la fractura del tejido social, el llamado a la desobediencia civil y el lamentable auspicio de enfrentar un mismo pueblo entre sí, se ha convertido en la moneda de pago electoral en una distopía colombiana, donde la calumnia es más verosímil que los datos y, los espejismos idealistas de un nuevo orden económico y social tiene más de amor al poder que altruismo en su esencia.

Por eso la distopía colombiana es real, en la medida en que la sociedad se ha vuelto, en su conjunto, un gran juez y fiscal de la verdad y de la realidad, se ha arrastrado a si misma a un desprecio por la empatía y la decencia, donde la finalidad política todo lo vale y lo justifica. No importa la destrucción de la economía, faltar a la verdad, alentar discursos de violencia disfrazados en el idealismo de una paz, que más que una política de gobierno, debe ser un mandato social que empieza por casa y se sigue en el respeto que damos a la vida en toda su dimensión, no solo en la vida de los que piensan igual a mí.

Todo el mundo sabe que la crisis generada por los desmandes de algunos policías, de nuestro déficit estructural, de nuestra economía estable pero dependiente de los commodities, del drama migratorio venezolano no tiene relación directa inmediata con el gobierno de turno, y sin embargo, entre la demagogia y los algoritmos llevan a tal punto el caldeo de los ánimos  de nuestra sociedad a relacionar irracionalmente todo lo malo con el status quo. Por ello, toleramos todo aquello que concuerde con nuestra ideología, la mano dura, la demagogia, la degradación de los valores humanos, la destrucción de empleo y de empresas. Somos rehenes de un totalitarismo ideológico en Colombia que constantemente nos pide más polarización, más sectarismo y más violencia, chantajeándonos con futuros más confusos y nocivos que hasta el día de hoy nos ha brindado nuestro carente pero bien intencionado Estado Social de Derecho.

El Crassus Errare en nuestros cálculos sociales en cuanto a nuestras percepciones sesgadas, por ahora, nos cobra dinero y pérdida acelerada de valor dada la aparente campaña de un sector político de nuestro país de no querer la reactivación económica segura, a futuro, nuestros errores de consciencia y percepción pueden tener aún más significancia, en el entre tanto, recordemos la célebre frase del pensador británico Bertrand Russell “La historia del mundo es la suma de aquello que hubiera sido evitable”.


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