UNASUR:

Por: Andrés Barreto

UNASUR:

Colombia debería revisar su papel como Estado fundador y miembro de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR). Desde la posguerra el boom del multilateralismo a través de las cumbres, conferencias y organizaciones internacionales ha servido para estrechar lazos de cooperación, amistad y el desarrollo de objetivos comunes en diferentes ámbitos.

La diplomacia multilateral ha abierto las puertas a un mundo más tecnificado y menos rígido o protocolario en lo que tiene que ver con agendas de política exterior conjunta, lo que ha permitido avanzar en temas tan diversos como la banca multilateral, la paz y seguridad internacionales, la democracia, el medio ambiente, la educación, la ciencia, la justicia internacional y la cultura.

En este contexto nace en nuestra región la UNASUR como un esfuerzo conjunto entre en grupo de Estados que compartían una historia común, un espacio geográfico definido, unos anhelos legítimos, unos valores similares, y el deseo de construir - de manera participativa y consensuada -, un espacio de integración y comunidad, otorgando prioridad al diálogo político, la inclusión social y la participación ciudadana, fortaleciendo la democracia y reduciendo las asimetrías en el marco del fortalecimiento de la soberanía e independencia de los estados. (Art. 2 del Tratado Constitutivo).

Sin embargo, ese loable fin de integración suramericana a través de las agendas comunes, concertadas, respetuosas de la soberanía pero coherentes con la democracia, hoy parecen más lejanas que nunca. Atrás había quedado el fantasma de una organización creada para ser un simple contrapeso político a la OEA, y se había pensado en su posicionamiento derivado del componente de una subregión con similares anhelos y objetivos.

Tan es así, que el segundo instrumento en importancia para la organización es el Protocolo Adicional sobre Compromiso con la Democracia (2014), una especie de “Carta Democrática Suramericana” que buscaba ser la piedra angular de una relacionas basadas en el diálogo político, el privilegio de la democracia como forma de gobierno, y el pilar de la vocación popular como único regente de la voluntad de nuestros pueblos.

Ante los evidentes hechos de violencia, tiranía y arrogancia ante la ley que se evidencian en Venezuela bajo el yugo de Nicolás Maduro y la dictadura de facto del PSUV, hoy el espíritu de UNASUR y su vocación democrática están más amenazados y deslegitimados que nunca.

Allí donde la ONU, la OEA y otros mecanismos regionales y universales no pudieron hacer nada, reposábamos en la confianza legítima de que UNASUR sí lo hiciera. No obstante lo anterior, las flagrantes violaciones del derecho internacional, de los derechos humanos de y nuestro derecho interamericano y suramericano ameritan un examen de validez, eficacia y eficiencia de este organismo y de sus instrumentos.

Colombia no puede ser un convidado de piedra ante la debacle que padece Venezuela, los ojos impávidos de la comunidad internacional reclaman la inacción del sistema universal y fijan sus esperanzas en los mecanismos regionales, unos que, como hemos visto, tristemente han fallado.

La diplomacia multilateral no puede reposar sobre frases vacías y efectivitas de que “es mejor estar en UNASUR que no estar”, las organizaciones internacionales nacen de un ejercicio voluntario, consensuado y regido por el designio de lograr y alcanzar objetivos comunes, no es simplemente un ejercicio de figuración.

UNASUR se trazó el derrotero de privilegiar la democracia, la unidad de los pueblos, el dialogo político, así como la paz y prosperidad regional como vehículo del desarrollo, hoy de eso no que queda nada. Colombia debe replantearse si es lógico gastar no solo recursos sino tiempo, esfuerzo y credibilidad en ejercicios vacuos como el de sentarse en una organización que deja pasar situaciones como las que hoy aquejan a Venezuela.

Ya MERCOSUR dio el primer paso suspendiendo a Venezuela, un grupo de legisladores colombianos y chilenos a los que tuve la oportunidad de asesorar radicaron una denuncia formal ante la Fiscalía de la CPI esperando que el derecho internacional penal actúe allí en donde la diplomacia ha sido meliflua. Solo nos queda reflexionar si UNASUR estará a la altura de su compromiso regional, o si más bien pasará a ser otro elefante blanco de la burocracia internacional.

 

 Andrés Barreto González

Of Counsel en Moncada Abogados
Miembro fundador de la Academia Colombiana de Derecho Internacional (ACCOLDI), miembro activo de la International Bar Association (IBA).
E-mail:
andresbarretog@hotmail.com

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