LA OLEADA DEL TERROR

Por: Andrés Barreto

LA OLEADA DEL TERROR

Desafortunadamente en pleno siglo XXI tenemos que referirnos a las amenazas que nos afectan como conjunto en la comunidad internacional, y ellas se refieren al alto grado de crispación generalizada en varios ámbitos.

De una parte vemos como los Estados, a pesar de coexistir en la comunidad internacional, siguen haciendo innecesarios despliegues de poder a través de los ejercicios y maniobras militares, y la prueba de armas de largo alcance como los misiles balísticos.

Zonas de tensión como los mares de China, Japón, las dos Coreas y sus fronteras, todavía son teatros de operaciones para la intimidación y la demostración – aun cuando sea experimental -, de herramientas e instrumentos que quisiéramos ya en nuestra era, y tras dos guerras mundiales, hubieran desaparecido.

En igual sentido, situaciones en otros Estados no han permanecido exentas de polémica, tas es el caso de los Estados Unidos de América (EE. UU.) tras la llegada al gobierno de Donald J. Trump, y las acusaciones internas de la intromisión de Rusia en las elecciones, sus decretos ejecutivos para la deportación, la búsqueda de fondos para un “muro”, y otras situaciones que son dignas de una tragicomedia política.

Asimismo, EE. UU. amenaza con denunciar varios tratados internacionales como es el caso del NAFTA (por sus siglas en inglés), la revisión de los tratados bilaterales de libre comercio y, en los últimos días, la no ratificación del Acuerdo de París COP21 sobre cambio climático.

Por su parte, el hemisferio sur no está exento de graves problemas y vemos una crisis económica, política, social y humanitaria sin precedentes en la hermana República Bolivariana de Venezuela, situación que nos afecta tanto positiva como negativamente en Colombia como lo hemos evidenciado desde hace ya casi veinte años, tras la llegada del PSUV al poder de la mano de Hugo Chávez y ahora de su sucesor Nicolás Maduro.

Oriente próximo continúa en sus tensiones habituales por los conflictos ya por todos conocidos, pero un elemento nuevo se suma a la situación del mundo árabe musulmán. Ella tiene que ver con la radicalización del extremismo islamista en Europa, y el rompimiento de un tenue equilibrio en la península arábiga y el golfo pérsico.

La alianza entre los EE. UU. y el Reino de Arabia Saudita siempre ha sido difícil de digerir para el mundo musulmán, en el sentido de tener la presencia de tropas y elementos de inteligencia estadounidenses en la tierra sagrada del Islam, no obstante, la relación bilateral entre el reino y los EE. UU. va más allá del equilibrio militar, como se comprobó tras las sucesos del 11 de septiembre de 2001, y los negocios compartidos entre las familias y grupos de lado y lado del globo.

Hoy Catar ha sido declarado un Estado paria por su presunto apoyo al terrorismo derivado del extremismo, lo que venía siendo un secreto a voces en la región, pero siempre había sido acallado por el anterior monarca de Arabia Saudita, para así evitar problemas y mantener la estabilidad en el golfo pérsico.

Sin embargo, tras la muerte del rey en Arabia Saudita, el impulso de los Emiratos Árabes Unidos y la actividad egipcia que pasa desapercibida pero es decisiva, Arabia Saudita logró su cometido de aislar política y económicamente a Catar, a quién ve como una amenaza en su patio trasero.

Para Arabia Saudita no sería difícil consolidar este golpe tras su desastre en Yemen – que hoy padece una crisis humanitaria sin precedentes –, sin el apoyo de su incondicional aliado EE.UU., que siempre ha visto con malos ojos las buenas relaciones entre Doha y varios de sus mayores enemigos: los hermanos musulmanes, Hamas y Hezbollah, solo por mencionar algunos.

Así mismo, el inmenso amplificador de Al Jazeera nunca ha sido bien visto por Arabia Saudita que se mantiene como un país aislado, ultra ortodoxo y paradigmático, pues es socio de los EE. UU., pero también es el principal promotor de las escuelas coránicas duras en el mundo.

Hoy Europa vuelve a sentir el terror en su territorio, los atentados desde Francia hasta el Reino Unido hacen recordar que el terrorismo es un enemigo muy peligroso, silencioso y difícil de predecir y atacar.

Ya no nos enfrentamos a los secuestros aéreos, a los objetivos militares, o a la toma masiva de rehenes, ahora el esfuerzo está concentrado en radicalizar individuos, “lobos solitarios” que como células durmientes un día despiertan y atacan.

Su modus operandi es diferente, están integrados en las sociedades contra las que se vuelven, muchos son refugiados, inmigrantes, o personas de segunda y hasta tercera generación en los Estados en donde se perpetran los atentados, las armas son los cuchillos, los vehículos, las mismas tácticas que padecen de vieja data las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF por su sigla en inglés) en su propio territorito.

Los discursos de extremismo de parte y parte no ayudan, las derechas y ultraderechas europeas intentan hacerse al poder con un mensaje de discriminación y proteccionismo, en igual sentido, la llegada de Trump al poder puede ser un catalizador de otras situaciones que, mal canalizadas, pueden suponer que un ataque contra cualquier país occidental es un ataque contra los EE. UU. o sus intereses.

Con este telón de fondo, sin pena ni gloria pasó la visita de Trump a finales de mayo al nuevo cuartel general de la OTAN en donde se esperaba su reafirmación del discurso de defensa colectiva, y la invocación del Articulo 5 de Tratado de Washington, pero el evento se convirtió más bien en otro chiste de mal gusto por los empujones y las fotografías, en lugar de las declaraciones o lineamientos en materia de política exterior en defensa y seguridad colectiva.

El terrorismo y el extremismo parecen estar muy vivos y ser un enemigo silencioso en pleno siglo XXI, el hecho de que Europa esté bajo el acecho de “lobos solitarios” no debe ser pasado por alto, al igual que las relaciones que dichos grupos o influenciadores hayan podido tejer lejos de casa como es el caso de Venezuela, un vecino con el que mantenemos una tensa calma, y en donde tenemos que coadyuvar con la paz y seguridad internacionales dejando de pensar que nuestro único problema eran las Farc o el proceso de paz, lo que poco a poco ha demostrado ser solo una parte de la complicada ecuación de seguridad, criminalidad y terrorismo.


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