EL PODER, LECCIONES DESDE EL DERECHO NATURAL Y LA SIMPLE PERCEPCI

Por: Juan Camilo Rojas Arias

EL PODER, LECCIONES DESDE EL DERECHO NATURAL Y LA SIMPLE PERCEPCI

El término poder proviene del latin possum – potes  - posse, que en su acepción más básica denotan capacidad o fuerza para algo.  De esta manera el poder está íntimamente relacionado con los términos capacidad  o potestas, autoridad imperium y arbitrio arbitrium, los cuales en su génesis y ejercicio evocan autoridad y albedrío propio en el ejercicio de su existencia. El poder como las sociedades ha evolucionado con el devenir del tiempo. Las relaciones de poder, los operadores de dominación y  los  instrumentos a través de los cuales se ejerce han respondido a hitos y momentos de la historia de la humanidad, aunque la evolución es más notoria respecto de la fuente de donde proviene el poder. En los inicios, el poder devino de la fortaleza física, posteriormente era entregado por las deidades que participaban directamente en la realidad, esto se instrumentalizó en las esferas de fe y de creencia, y con la construcción del Estado, el poder terminó decantándose en la representación popular, que siempre ha ido de la mano con la función económica del poder a lo largo de nuestros días como civilización.

Diversos pensadores han fundamentado el éxito que como civilización podamos llegar a obtener en la esperanza humana de dirigir la voluntad de poder como virtud (visión aristotélica del poder y justicia), de la cual han de surgir superhombres de condiciones morales excelsas, que se abstraigan, por innecesario, de debates tan humanos como la lucha del bien contra el mal, la oposición entre destino y libre albedrío, entre otros.

Pero del debate al hecho siempre hay un margen de existencia que refuta los argumentos y los deseos, y cierto es que la humanidad nos ha dado muestras que el poder más que una capacidad para materializar virtudes y altruismo, se torna en un vicio incorregible del ser, del narcisismo que afecta a todos los que lo ejercen, claro está unos en mayor medida que otros. Se ha dicho que esta enfermedad de poder lleva a la irracionalidad, a la soberbia, al territorialismo exacerbado de los propios argumentos, a crear enemigos inexistentes, a la auto distorsionada imagen de sentirse únicos y, sobre todo, aptos para llevar a cabo una misión trascendental en un momento de la historia, todo con el propósito de  justificar el sentimiento de superioridad sobre las reglas y las personas.

La embriaguez por poder, se viene tratando desde la antigüedad, esencialmente en la ley natural del pensamiento romano y griego, ley natural decantada y transmitida hasta nuestros días a través del milagro griego – pensamiento filosófico-. En el primer siglo de la formación conceptual de la polis donde se acuñaron los términos de justicia (Themis), orden social (eunomía) y se estructuró el pensamiento natural inmanente como contrapeso al desorden, la ley se tornó como un elemento de cohesión y orden social, legitimado en los mitos y las deidades de la época, de forma tal que una contravención a estas leyes “divinas” era considerado un acto de arrogancia –hybris-.. Siendo esto así, se erigió la basta mitología griega con nutridos ejemplos de personajes que embriagados por el poder – hybris- son víctimas de su soberbia, como Aquiles, que retó a los dioses al desobedecer su prohibición de ultrajar el cadáver de Héctor; e Ícaro, que quiso volar tan alto como ellos y llegar al Olimpo. Pero la arrogancia de ambos fue castigada. Aquiles murió a manos del hermano de Héctor; y el sol derritió la cera de las alas de Ícaro, arrojando desde esa época la principal consecuencia de la resaca del poder, la némesis, término por el cual los griegos designaban a la desgracia con la que los dioses castigaban la arrogancia de ciertos humanos, cuestiones recogidas en su ley natural que castigaban el desenfreno de las pasiones humanas.

Lo anterior, en mi opinión ha sido la fuente de diferentes prerrogativas de la racionalidad y del positivismo jurídico, que han dado lugar a los bastos códigos que limitan la conducta y las pasiones humanas, aunque en el tiempo, cuestiones tan importantes como la bondad, la virtud, la justicia y la no arrogancia, se tornaron como criterios auxiliares, principios interpretativos o normas de conducta social y moral y no como ejes de desarrollo de la disciplina jurídica.

En sentido estricto la hybris no configura una contravención a una norma racional existente aunque su efecto si puede llevar a los sujetos infectados por esta embriaguez a realizar acciones cuestionables más allá de lo moral, ejemplos de hybris en la historia de nuestro país abundan, basta con ver las excentricidades de algunas de las personas que ostentan poder evidenciado en el desdén por el control social y político, la creación de políticas públicas que van en contravía de la sana lógica, el irrespeto por los órganos de control, por la opinión pública, por la norma, por el sentido del Estado Social de Derecho, en suma, no hay necesidad de asignar nombres ni de recordar casos puntuales, resulta fácil hacer el ejercicio en nuestra sociedad para darnos cuenta que hemos tenido borrachos de poder al frente de nuestras más altas dignidades e instituciones del país.

Al final de cuentas, la hybris  por ser un concepto existencial por el poder, su atención social debe ser prioritaria, el impacto del poder en nuestras vidas es grandísimo, sino mírese el ejemplo del país vecino, un modelo de administración (me tiene sin cuidado su corriente o postura política) ha llevado a una sociedad a condiciones económicas y sociales inimaginables, solo por llevar al extremo la convicción personal de unos pocos, por encima de los datos y los métodos contrastados para administrar correctamente una Nación. Claramente esto es un síntoma de hyrbis, síntoma que no es ajeno a cualquier ser humano, pero que tiene una cura y método de gestión para evitarlo o recuperarlo, y es el siempre necesario baño de realidad, no olvidemos que el poder de los gobernantes se da en virtud de la representación, que no es más que la extensión del poder personal o en masa en una persona, poder que nos pertenece por nuestra condición natural, al cual no renunciamos sino que, dados los mecanismos actuales de participación política, los concedemos en virtud de una evento enmarcado dentro de la democracia, pero que al final del día nos pertenece, es nuestro y lo podemos recuperar en cualquier momento a través de los mecanismos legales establecidos para el efecto. Pero si me reciben un consejo más práctico, simplemente se trata de ejercer el voto con racionalidad, sin contraprestación personal y sólo con el inmanente deseo y convicción que está haciendo, a través de su concesión de poder, un lugar mejor para usted y sus congéneres y no olvidar que al igual que con la delegación por el simple acto no se exculpa de su responsabilidad, porque al final, no debemos olvidar que el ejercicio del poder bajo el influjo de la hybris resulta no solo de la debilidad del espíritu humano, sino también, de la debilidad de asumir nuestro papel integro con derechos y obligaciones sociales evidenciado en nuestra ausencia del deber de vigilancia sobre lo público, por eso antes de dictar cátedra en una red social, comience por informarse, porque dictar cátedra moral y política a través de una red social es otro síntoma de hybris actual en su metro de cuadro de disposición virtual.

 

Juan Camilo Rojas Arias

Abogado, especialista en derecho comercial y con dos Maestrías en Derecho Internacional y en Derecho Económico y Políticas Públicas,
actualmente optando por la candidatura a Doctor por la Universidad de Salamanca España.
E-mail:
camilor99@hotmail.com

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