
Los Uniformes de las Mujeres
Los Uniformes de las Mujeres
Por: Julio Mauricio Londoño Hidalgo
Abogado de la Pontificia Universidad Javeriana & Universidad de Los Andes.
La selección femenina de balón mano de Noruega fue sancionada por no hacer uso del uniforme reglamentario: un pequeño bikini. La polémica se centró en que, su contraparte masculina, tiene un uniforme que los cubre más, y parece ser más cómodo. De acuerdo con información periodística se indicaba que las mujeres deberían hacer uso de un bikini: “(…) con un ajuste ceñido y cortadas en ángulo ascendente hacia la parte superior de la pierna (…)”. La Federación y las jugadoras se opusieron en varias ocasiones, sin obtener respuesta de la razón por la cual se exige esa diminuta prenda. Así, las jugadoras, se reunieron con el fin de utilizar uniformes similares a los de los hombres, y fueron sancionadas cada una con una multa de 150 dólares.
En el ámbito laboral, las trabajadoras que reciben dotación de vestido y calzado, suelen hacer reclamaciones en el mismo sentido. Muchas de ellas se sienten incómodas por la imposición de unas prendas de vestir que mantienen algunos usos sociales y culturales que hay en la actualidad. Culturalmente, se ha aceptado la idea que la ropa de la mujer tiende a ser ceñida. Ocurre en algunas empresas: los hombres reciben camisetas y pantalones amplios, zapatos planos y “cómodos” apropiados para el trabajo. Las mujeres, en cambio, reciben pantalones o faldas ceñidas, blusas estrechas, transparentes o blancas, sacos cortos o sin mangas, y otras prendas como tacones altos que, hacen más incómodo el uso en el marco de la relación laboral.
De esta manera, cuando se hace la entrega de la dotación, muchas mujeres corren a hacer ajustes y modificaciones casi invisibles a las prendas que les fueron entregadas. Otras, optan por cambiarla por una similar que se ajuste a su talla, y algunas, simplemente, la usan cuando es requerido. Otras se frustran de tener que usar una blusa blanca ceñida, y se ponen un saco – fuera de la dotación – para cubrirse. Por ejemplo, los tacones altos con los que se deben presentar al trabajo, son usados solamente en el momento en que hay reuniones, clientes o se evidencian directamente en la prestación del servicio. En otros momentos, usan zapatos planos, bajos o incluso, tenis. Algunas empresas prohíben esto, y les obligan a asistir incluso desde casa con la prenda. Esto supone usar tacones en el Transmilenio, en la calle, o al transitar por las vías en paro.
Esta es una situación inimaginable para un hombre. Rara vez se le exige a un caballero que utilice prendas bajo las premisas que usan las mujeres y que describimos. Es entonces, “un problema de las mujeres”. Dentro del sistema de cultura patriarcal en el cual vivimos, los hombres se desentienden de algunas cargas como ésta, y ni siquiera entienden los conflictos que pueden ocurrir con la vestimenta de las mujeres. Incluso, las normas de vestir en el trabajo son mucho menos exigentes con los hombres: no les interesa el color de las uñas, del cabello, del maquillaje, o incluso del perfume. Tampoco genera mucha preocupación el uso que hagan de accesorios. Seguramente, un gran reloj, le otorga “un gran carácter al hombre”. En el caso de la mujer, el uso de una cadena, collar o aretes llamativos, simplemente la descalificará en materia de uso de accesorios y de la imagen de la empresa.
Existe pues una cultura en donde las mujeres que se encuentran en la fuerza laboral, y comúnmente en cargos administrativos o en aquellos en donde no son líderes, se encuentran sometidas a unos estrictos códigos de vestimenta que van en contra de su propia estética personal, y sus parámetros de lo que es la moral. Muchas mujeres luchan con su personalidad al tener que usar pantalones estrechos, o una blusa muy ceñida.
La artista Billie Eilish fue criticada por usar en sus presentaciones y en su vida privada ropa de talla grande que ocultaba su figura. Según la artista, simplemente no quería resaltar o mostrar siquiera pista de su cuerpo natural. Una decisión que no sólo tomó ella, sino miles de mujeres en el mundo. Incluso, hace unos años el equipo de fútbol Manchester United permitió la venta de camisetas de fútbol del equipo no ceñidas o slim, para mujer. Una idea visionaria, pero que sólo las mujeres entenderían: habría damas quienes querían usar la camiseta pegada o estrecha, mientras que otras – como lo entendió el equipo – preferían tener una camiseta de mujer, pero mucho más suelta, sin la silueta slim.
¿Hasta qué punto, una secretaria o una abogada presta mejor su servicio en tacones altos? Seguramente en términos de imagen corporativa, el calzado alto y elegante sea un valor agregado, pero siendo francos: en nada sirve para la realización de la labor. ¿Ha tratado algún caballero de trabajar con una blusa ceñida y que se transparenta todo el día? Claro, un caballero se debe peinar y mantener su estilo. Pero, ¿Alguno se ha debido planchar el pelo varias veces al día para asistir a una reunión?
Es claro entonces que a las mujeres se les imponen unas cargas estéticas, que en algunos casos son injustas. No se compadecen de su estilo, de su carácter, de su personalidad, así como tampoco de la practicidad. Les imponen costos adicionales, en tiempo (¿cuánto se demora una mujer en plancharse el pelo?, ¿ese tiempo se lo da la empresa?) y dinero. Son, además, reglas desproporcionadas respecto a las de los hombres (hemos puesto algunos ejemplos). No sorprende entonces que un caso tan claro y evidente como el del equipo Noruego nos llame la atención. Las fotografías hacen mucho más evidente las diferencias, y la clara tendencia a la sexualización del cuerpo femenino. Sin embargo, ésta es una práctica que ha sido común, y que se encuentra tan arraigada en la cultura patriarcal, que pocas empresas lo evidencian y toman acción al respecto.
Es por eso que el caso del equipo Noruego es un ejemplo importante para visibilizar y cuestionar, las obligaciones en materia de prendas de vestir de las mujeres en el trabajo. Debemos llegar a un espacio en donde exista flexibilización de las imposiciones y que, aquellas que deseen usar las prendas lo hagan, y aquellas que desean un pantalón o falda más ancho, o una blusa oscura, puedan hacer uso de ello sin ser sancionadas. Sorprende, francamente, que todavía estemos discutiendo estas profundas desigualdades.
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