El mundo D.C. (Después del Coronavirus)

Opinión

El mundo D.C. (Después del Coronavirus)

El mundo D.C. (Después del Coronavirus)

 

Por: Juan Camilo Rojas Arias: Abogado candidato a Doctor, con Máster en derecho económico y políticas públicas e internacional (LLM), Especialista en derecho comercial con profundización en el área de derecho económico, internacional y de la administración pública.

 

Como se sabe la medición del tiempo siempre ha sido un asunto de principal ocupación dentro del proceso social y evolutivo de los seres humanos, para este propósito se tomaban como referencia determinados hitos y sobre estos se contabilizaban los días, meses y años a fin de tomar las respectivas decisiones sociales, políticas o productivas. Por ejemplo, los griegos tomaban sus olimpiadas como referencia temporal, los romanos crearon un sistema de datación por sus nombramientos burocráticos y, en esta vía, Dionisio Exiguo instituyó la medición del tiempo bajo la lógica cristiana definiendo el anno domini como el día en que nació Jesucristo para dividir la concepción temporal en A.C. (Antes de Cristo) y en D.C. (Después de Cristo). Este sistema se institucionalizó progresivamente en la historia de la humanidad.

Siguiendo la lógica tradicional de este sintagma de A.C. y D.C., el mundo y por supuesto nuestro país, se hayan inmersos en un hito que está reconfigurando toda nuestra agenda social económica y política, por lo cual, no resultaría exótico denominar de ahora en adelante un mundo D.C. –Después del Coronavirus- a partir del 2020, vale resaltar que esta idea no solo se trata de un análisis refractario al perfil epidemiológico de este virus frente a sus predecesores como la gripa, el SARS o el MERS, se trata de dimensionar las evidencias que quedan al descubierto en estos momentos de mucha incertidumbre, poca previsión y limitada anticipación.

El punto de partida en el mundo D.C. es la evidencia de la brecha insalvable entre los discursos y las realidades, el desafortunado abismo entre la técnica y la política sumado al egoísmo intelectual de sobreponer la visión personal sobre los demás, ha sumido a la cotidianidad en cierta confusión alentada por el miedo. En ese sentido, la pugna intelectual por la razón ha generado polarizaciones hilarantes en nuestra sociedad, creando un debate tan inepto como masivo entre la salud y la economía, cuando una es fundamento de la otra y consecuentemente la segunda no se puede dar sin la primera, al final, expresiones irremediables en una democracia a veces calculadas otras espontáneas, algunas desafortunadas, pero siempre capitalizadas políticamente, no importa el medio ni la legitimidad del mensaje, todo se ve en términos de oportunidad por algunos políticos/burócratas tan astutos como inescrupulosos.

En la vida de relación, el mundo D.C. verá surgir una sociedad indudablemente más consciente en sus hábitos, en el consumo y en la valoración de las relaciones. La obligatoria distancia social a su vez está llevando a una interesante normalización de la tecnología en el relacionamiento personal y empresarial, permitiendo ver una clara curva de apropiación tecnológica de las personas y las empresas, dando paulatinamente paso al surgimiento cada vez más común de soluciones tecnológicas más adaptables a las personas y a sus situaciones personales. Por otra parte, el choque económico y social por el confinamiento, derivado principalmente de una medida de distanciamiento social obligatorio afectará las tendencias de consumo, las valoraciones del riesgo individual y ajustará el gasto a la renta disponible como efecto posterior a la incertidumbre, entre otras.

La conjugación de estos choques junto al manejo de la salud pública, ha sustentado la creación de medidas restrictivas diferenciadas por sectores económicos provocando calculadamente choques de demanda específica derivados del cambio de preferencias y de las nuevas normas sociales. La clausura permanente de sectores que manejan una economía de contacto masiva, ha sustentado la elaboración de serios juicios de proporcionalidad esa medida que de forma concatenada ha afectado toda la cadena de proveeduría y distribución de estos sectores, lo cual pone de presente dos eventuales realidades inaplazables a futuro –D.C.-: la reinvención de estos sectores específicos a través de la tecnología y la construcción de planes de contingencia cuando la tecnología no sea posible ni fácticamente real por el entorno y las condiciones. Debemos tener en cuenta que la pandemia es cierta pero indeterminable en su fin o en su derivación de otra diferente.

Ahora bien, la incertidumbre frente a la fecha de finalización de la pandemia supone una toma de decisiones sobre el margen y la marcha, exigiendo un cambio de rol de lo público de mero facilitador a líder. El rol inmediato para conjurar los choques internos y externos de esta nueva era han despertado de cierto letargo el papel ya trillado del Estado y su rol en la intervención económica, hacia un rol de tomador de riesgo del mercado en gran medida para reactivarlo –incrementando el espacio fiscal y el gasto- enfocado en la recuperación del tejido empresarial, la confianza y el consumo. Sobre este punto, ya se ha detectado la urgencia de implementar medidas que reactiven el empleo y la demanda, lo cual presupone debates álgidos sobre la flexibilización del mercado laboral, la contratación y la creación de empresas, todo esto enmarcado en nuestra fiscalidad para conjurar la pandemia, nuestro acumulado déficit y como mecanismo de impulso económico y de competitividad.

En esta vía, los procesos de empoderamiento y responsabilidad social de autocuidado, de solidaridad y de vigilancia mediática y civil sobre las acciones públicas serán una hoja de ruta de buena práctica que seguramente –ojalá- permanecerán.

El mundo D.C. prestará más atención a los temas de salud y a la investigación humana aplicada, de igual forma, demandará más recursos de coordinación entre las naciones de forma que se estandarice un patrón de respuesta óptima ante situaciones similares, lo que a su vez demandará una gran fuerza de trabajo en estos frentes y de desarrollo de tecnología aplicada a estos marcos de realidad, por lo cual, no resulta extraño comprobar sistemáticamente que la realidad siempre superara los marcos de políticas establecidos por las sociedades dada nuestra capacidad limitada de procesar información y de reaccionar de forma preventiva o inmediata. En este escenario será clave la inteligencia artificial, herramienta que permitirá crear mecanismos preventivos bajo modelos predictivos y estructurar soluciones de política basada en evidencia y a la medida de las naciones, claro está esto supone ex ante un esfuerzo de incremento de inversión en i+d, universalidad de acceso a información, educación, tecnología e inclusión ciudadana digital.

Finalmente, la reconfiguración del lenguaje empresarial y de emprendimiento será una transición paulatina, aun cuando las reglas empresariales del “todo se vale” y el canibalismo de Wall Street ha ido en percepción y aceptación a la baja, los evangelios rígidos del deber ser social y económico se reescribirán al ritmo de la puja geopolítica, cada vez hay más inmersión trasnacional de China, Rusia y de la Unión Europea en los demás países. El Estado y la sociedad tendrán los incentivos para reconsiderar los patrones tradicionales, el capitalismo tradicional está cercenado por las brechas generadas de su modelo –aun cuando ha sido la base de los modelos más exitosos- y las perniciosas visiones corporativas expansivas del siglo pasado.

Un mundo D.C. se cimentará sobre el influjo de la geopolítica más exitosa y sobre una generación consciente de su fragilidad social, lo que permite entrever una visión conciliadora de la producción con la vida social, donde la tecnología, la auto responsabilidad como valor social superpondrán dos conceptos económicos del futuro sobre lo actual, la prevalencia de la resiliencia y la sostenibilidad, por encima de los crecimientos exponenciales de capital como única medida de éxito y valor.


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