Lo que significa ser Abogado.

Opinión

Lo que significa ser Abogado.

LO QUE SIGNIFICA SER ABOGADO

 

Por: Lidya Mabel Castillo Sanabria
Abogada de la Universidad de la Sabana
MBA - EUDE (Madrid), Master en Abogacía Internacional - ISDE (Barcelona)
Abogada especializada en temas de vivienda, inmobiliarios y bancarios

 

Me adhiero a la celebración del día del abogado, y por ello, debemos entonces adentrarnos a lo que significa ser profesional del derecho. La palabra abogado proviene del latín advocātus. Un abogado es un doctor o licenciado en derecho que se encarga de la defensa y la dirección de las partes involucradas en procesos judiciales o administrativos. También puede brindar asesoramiento y consejo jurídico, y es tan integral la expresión que podemos estar en la banca, la empresa y en todo tipo de negocio.

 

El ejercicio profesional en la mayoría de los países, exige, que el abogado tenga tarjeta profesional, una autorización estatal y/o que esté inscrito en un Colegio de Abogados o institución similar.

 

Es importante tener en cuenta, que existe un “decálogo del abogado”, que nos traza las bases éticas para el ejercicio profesional, y que se trata de un conjunto de “mandamientos” que se considera que deben cumplirse por todos profesionales del Derecho. Para destacar unas de estas máximas son, la de amar la profesión, ser leal tanto al cliente como al adversario y también a la propia ley, luchar por la justicia, trabajar duramente, tolerar y tener paciencia.

 

El abogado no sólo se encarga de defender los intereses de un tercero durante un juicio. Una de sus funciones más importantes es la preventiva, donde se ocupa de asesorar a sus clientes y de redactar los documentos y contratos de forma tal que no se susciten conflictos legales. El abogado también puede ser un mediador extrajudicial, para evitar que un problema o enfrentamiento se transforme en un procedimiento judicial. Por lo general, quienes deben comparecer ante un tribunal tienen que contar obligatoriamente con un abogado.

 

Ser abogado es más, mucho más, que ejercer una profesión: significa estar convencido de que con su función se colabora con valores fundamentales que delimitan el marco de la convivencia en libertad y justicia. Y, a través de ello, vivir apasionadamente cada caso; estudiar y conocer el derecho, no desde la asepsia, sino leyendo en cada una de sus palabras aquello que más y mejor puede servir a los intereses que le han sido confiados.

 

Pero, se necesita como un elemento esencial de la profesión: la vocación, la cual se descubre poco a poco, progresivamente, con el conocimiento de la profesión, la vocación se va desvelando, arraigándose y dando la personalidad al abogado, hasta que llega a su especialización. El gustar o no gustar, se va sustituyendo por el “disfrutar”, por la satisfacción de encontrar el argumento que se resistía, por saber trasladar la doctrina asentada sobre un caso a otro para el que no estaba pensada, pero que se descubre que tiene la misma razón de ser. Penetrar en el derecho, leyendo su espíritu, comprender el porqué de la norma y cómo someterla o encajarla en el conjunto del ordenamiento jurídico. Aplicar a lo más especial y específico las bases de los principios más generales del derecho. Poco a poco, todo resulta apasionante.

 

 

No se trata de ganar o perder. Se trata de construir tu propia doctrina, interpretar la norma desde una visión propia, de comprender los vericuetos del sistema y valorar sus lagunas como un espacio propicio para la propia creación. Se trata de disfrutar cuando se descubre que el caso que te ocupa no es ni convencional ni de libro ni habitual, sino que este es anómalo, complicado, casi insólito. Y que, además, tiene escasa o contradictoria regulación o incluso carece de ella. Todo esto resulta apasionante y es aquí donde la vocación da altura a la profesión.

 

Podría aceptarse que la persona, por las características que rodean la formación de su personalidad, pueda tener mayor aptitud o sensibilidad para un tipo de estudio. En la actualidad, los sistemas educativos suelen requerir de los alumnos, a una temprana edad –demasiada, a mi entender– la opción entre una línea de formación más humanista o más científica. Esta es una decisión que suele condicionar el futuro de muchos jóvenes que han tomado su opción por razones que, en ocasiones, no están conformes con sus aptitudes.

 

Por suerte, muchos hoy, con satisfacción destacamos que, desde pequeños, sabíamos lo que queríamos ser:

 

“Siempre tuve claro que yo sería abogado”.

 

Feliz día a mis colegas y amigos de profesió


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