Vestimenta en el Trabajo: Un Problema de Enfoque de Género

Agosto 2019

Vestimenta en el Trabajo: Un Problema de Enfoque de Género

Vestimenta en el Trabajo: Un Problema de Enfoque de Género

 

 

Julio Mauricio Londoño Hidalgo

 

¿Existe un “equivalente” al “vestido” de los hombres para las mujeres? La respuesta es bastante simple: no lo hay. La mujer tiene una serie de limitaciones que el hombre no tiene en materia de vestimenta. Y se hacen mucho más claras en el ámbito laboral.

La “mayoría” de los hombres trabajadores, encuentra que la mejor forma de generalizarlos en materia de vestimenta es el uso del “vestido”. Esto supone un “conjunto” de pantalón y chaqueta, usualmente de paño, una camisa, una corbata, y unos zapatos de cuero “finos”. Algunos hombres tienen usos “intermedios” de esta forma de vestir. Así, usan chalecos, corbatines, o, por ejemplo, combinan la chaqueta con otro tipo de pantalones. En algún momento, se reconocieron a los empresarios “jóvenes” por usar chaqueta de pana y blue jeans. Sin embargo, la idea es bastante fija, hay un código: los hombres para trabajar usan “vestido y corbata”. Hay excepciones, pero sigue siendo una idea bastante fija. Cuando un hombre se viste para trabajar, “tradicionalmente” usa un "vestido”. No es equivalente un “vestido” de hombre a uno de mujer.

Así el “hombre con vestido”, se vincula a un grupo de personas que siguen el mismo código de vestimenta. La mayoría de los trabajadores, buscan una forma de vestirse “igual” y lo logran. Podemos decir que el uso del “vestido” tiene un efecto unificador. Quien busca trabajo, el primer día de trabajo, y en la formalidad, como eventos sociales, usa un vestido. Incluso, en el caso en que haya hombres con vestidos más o menos costosos o elaborados, se encuentran igualmente “uniformizados”. Dentro de un amplio margen, “todos los hombres que usan vestidos” se encuentran bajo unas mismas categorías de presentación.

Sin embargo, entonces ¿qué ocurre con las mujeres? No existe un vestido que unifique a las mujeres para el ámbito laboral, al menos, con el mismo alcance de lo que significa un vestido para el hombre. De ahí que, el grado de diferenciación de vestimenta de la mujer para ir a trabajar sea mucho más grande que en el caso de los hombres. Incluso, existe un muy amplio margen para considerar qué es “ropa laboral” para una mujer.

De ahí, surgen una serie de debates tanto teóricos, como prácticos muy importantes. En materia teórica, las posiciones feministas han ido considerando que el uso de ciertas prendas por parte de las mujeres en determinados momentos es claramente un desarrollo de la sociedad patriarcal en la que vivimos. Es decir, el sistema existente de hombres lleva a que las mujeres se vistan para ellos. Esto, dentro del marco de un feminismo radical. Posiciones menos radicales han considerado que, aunque existe una gran libertad para que la mujer vista “como quiera”, en todo caso, se establecen unas condiciones de “modo, tiempo y lugar” para que sea limitada su forma de vestir. Esto, sigue siendo parte de un esquema patriarcal, aunque mucho más ligero que el primero descrito.

La teoría del derecho ha considerado en debates muy importantes, que, se suele equiparar al vestido de la mujer a lo que se llamaría un “sexy dressing”. Esto supone que, aunque la mujer no tenga la intención de vestir de manera “sexy” o “llamativa”, hoy, el sistema dominado por hombres en el que vivimos terminará siempre, por sexualizar a la mujer (y su vestido). Esto pone de presente la complejidad de la relación de la mujer con el vestido en el sitio de trabajo. La mujer no tiene un “vestido” generalizado y uniforme para vestir como los hombres.

De esta manera, se generan los problemas prácticos. ¿Cómo debe ser el código de vestimenta para la mujer, esto es para “unificar” su vestimenta en el trabajo, como en el caso de los hombres?, ¿En qué momento, la implementación de estas políticas, son respetuosas con su derecho al libre desarrollo de la personalidad? Y todas las demás preguntas que surgen con este reto al derecho. Pero el vestido de la mujer en el trabajo se encuentra fuertemente afectado por la discusión del “sexy dressing”. Y en parte, la respuesta a esos problemas es la sexualización de la mujer y de su forma de vestir. Así, en algunos casos, por ejemplo, se busca por medio de políticas privadas, la prohibición en el uso de “escotes”. Esto, por considerarlos desde inapropiados a inmorales. La respuesta feminista es obvia: ¿Es inmoral o prohibido el cuerpo femenino? Esto, para nombrar uno de los muchos ejemplos que se pueden presentar.

Es así como se contraponen dos casos: el hombre que tiene una forma de vestir “predeterminada” y que lo excluye de cualquier debate de libertad o autonomía. Ese mismo “vestido” es una convención ideal. Sin embargo, cualquier forma de vestir que use la mujer, será debatida. Y si en algún momento llega a impactar a las convenciones, es etiquetado como un “sexy dressing” y de manera automática, se considera inapropiada. El mismo Duncan Kennedy, profesor de teoría del derecho, planteó un esquema de vestimenta “más sexy” y “menos sexy”:

 

No sobra decir que, la posición de Kennedy fue automáticamente discutida por grupos feministas radicales y no radicales. Es entonces que, la mujer, tiene una serie de limitaciones que el hombre no tiene en materia de vestimenta. Y se hacen mucho más claras en el ámbito laboral. Una crítica feminista ideal, sería que, en el ámbito laboral, los líderes son la mayoría de las veces hombres, e imponen las cargas y políticas de vestimenta, de conformidad con sus propios intereses. Incluso, cuando esas políticas o limitaciones son preparadas por mujeres, conservan un sesgo patriarcal.

Este es un punto difícil de resolver y poco considerado en los ámbitos laborales. Con profundas implicaciones para la mujer. No sólo hablamos de vestimenta. Hablamos del maquillaje, de los mismos accesorios e incluso del cabello. Nos encontramos ante una situación que implica, un complejo trato diferencial negativo para las mujeres, particularmente en el ámbito del trabajo. Esto, atado a los complejos temas relacionados con los costos de este sistema de vestimenta de las mujeres: el costo diario de maquillaje, peinados, etc. Los famosos impuestos rosa y demás. Habrá que plantear algunas preguntas: ¿Qué ocurre si una mujer no acude maquillada al trabajo?, o que ¿Acuda al trabajo sin “peinarse? ¿O que al igual que los empresarios de los que hablamos al comienzo, una mujer se presente al sitio de trabajo en blue jeans? Ciertamente, hemos creado un complejo sistema, donde, le exigimos a las mujeres no sólo una, sino varias cargas diariasque ciertamente los hombres no tenemos. El problema es en sí la carga, pero también, el que se puedan ver expuestas a sancionesllamados de atención y demás, porque no cumplan con esos procedimientos diarios. Es necesario destruir estos estereotipos.

JULIO MAURICIO LONDOÑO HIDALGO. El artículo no representa la opinión de mi empleador. El artículo puede ser publicado en cualquier medio siempre y cuando se haga en su totalidad, así como identificando al autor.

 

 

 

 


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