Reinventando la ciudad: Espacios públicos y privados

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Reinventando la ciudad: Espacios públicos y privados

Reinventando la ciudad: Espacios públicos y privados

 

LIDYA MABEL CASTILLO SANABRIA Abogada de la Universidad de la Sabana (Colombia), Antropóloga Urbana de la URV (España), Abogada Internacional del ISDE (España). Especialista en Estudio de Títulos Inmobiliarios, legalización de garantías hipotecarias, consultor legal externo para entidades bancarias, financieras, constructores e inmobiliarias. 

Hace poco tuve la oportunidad de leer varios textos del filósofo Byung-Chul Han, y coincido con él, en señalar que “toda época tiene sus enfermedades emblemáticas”. Estas enfermedades han representado algunos de los desafíos más importantes de la historia de la humanidad, trayendo consigo cambios drásticos no solo en el sector salud, sino en términos económicos y políticos, develando a la humanidad como una red compleja que debate la existencia cotidiana a partir de acciones que han mutado las formas de habitar y de relacionarnos.

La pandemia de COVID-19 ha traído diversos cambios en el mundo y es evidente que, en el ámbito de la arquitectura y el urbanismo, estos cambios han tenido un impacto muy significativo puesto que algunos de los espacios como los entendimos por mucho tiempo, se han transformado de forma radical, cayendo sobre distintas realidades que han develado algunas de las fallas más graves en la sociedad y por consecuente, en las ciudades como las conocemos ahora. Si bien es cierto que estos cambios se vieron reflejados mayormente en el gran vacío que dejaron las personas en los espacios públicos, las calles y el transporte, es importante mirar también los espacios privados que habitamos día con día desde el confinamiento.

Como ya se sabe, en los últimos años no ha habido un plan de vivienda digna y accesible, dando paso a las grandes desarrolladas las cuales ofrecen espacios engañosamente innovadores y atractivos que han demostrado fallas graves en cuanto a requerimientos mínimos de iluminación y ventilación, dando como resultado la estimulación de trastornos que se han ido reflejando poco a poco en los arrendatarios de vivienda, porque, este modelo de vivienda engañosamente funcionalista, ha sido moldeado por el capital para crear espacios transitorios, no permanentes. Sin embargo, estos últimos meses detuvimos finalmente nuestra acelerada dinámica de recorrer diariamente la ciudad, siempre creyendo que nos estábamos perdiendo de algo.

Los espacios privados que hemos habitado esta pandemia dejaron de ser espacios de transición para convertirse en espacios propios en donde indudablemente ha habido días en donde no caben nuestros propios cuerpos, ni nuestras propias emociones, ni nuestras propias enfermedades. Estos espacios han sido redescubiertos todos los días a través de las ventanas, del paso del tiempo, de la luz del día, de la lluvia, de las olas de calor o las heladas del hemisferio sur. Hemos visto –después de tanto tiempo sin ver– el ciclo de las buganvilias. Entendimos el movimiento del sol y encontramos los lugares adecuados, recordamos lo importante de la luz del sol sobre nuestros cuerpos, recordamos la importancia de respirar aire fresco. Hemos vivido el mismo día durante meses, el mismo día reescrito de diferentes formas, como si se tratara de un ensayo experimental, pero no, es la realidad azotando en forma de fantasía espectral.

Algunos afortunados hemos pasado el confinamiento a través de nuestras ventanas, balcones o patios, observando con un pánico ansioso vinculado al panóptico digital que representan las redes sociales y a la resignación el paso del tiempo incierto. Sin embargo, otros menos afortunados se han enfrentado día con día a las calles vacías con terror porque su ingreso vital depende de la efervescencia de las calles, de esta efervescencia muchas veces festejada en los países latinoamericanos con música, danza y dinámicas económicas negadas que se van quebrando frente al enorme vacío del confinamiento privilegiado.

Algunos autores de la antropología urbana, han reflexionado desde diversos puntos de vista cómo será volver a las ciudades después de la crisis sanitaria. Sin embargo, concuerdan con que no es que la pandemia actual haya traído más catástrofes de las que ya nos enfrentábamos, simplemente puso en evidencia las fallas que siempre han estado ahí ignoradas sino es que romantizadas, como la pobreza, la desigualdad y sobre todo la crisis medioambiental que lleva años manifestándose alrededor de todo el mundo.

Todas estas fallas que hemos podido no solo ver a la distancia sino vivir en carne propia, han dejado ver nítidamente el complejo ensamblaje en el que se encuentran los procesos naturales, económicos y culturales que conforman los territorios que habitamos y resulta desgarrador que solo frente a crisis de esta magnitud nos sea posible cuestionar los espacios que habitamos. Algunos ejemplos en todo el mundo ya han despertado el interés de profesionales que buscan repensar y reinventar tanto los espacios públicos como privados. Sin embargo, el sistema actual no permitirá evitar las crisis que nos esperan después de la crisis de la que creemos que saldremos ilesos.

Las ciudades, como el reflejo de estos sistemas globales impuestos demandan una visión mucho más íntegra con acciones políticas que se extiendan mucho más allá de resolver los problemas inmediatos, para pensar qué planeta queremos habitar en las próximas décadas, pero sobre todo para plantear nuevas dinámicas que nos permitan seguirnos cuestionando desde una postura política y colectiva.

¿Cómo viviremos juntos?

“Las cosas que solían formar parte de nuestra vida cotidiana ya no se darán por sentadas, y tendremos que aprender a sobrellevar una vida mucho más frágil con constantes amenazas. Tenemos que cambiar toda nuestra filosofía de la vida y comprender que no somos más que seres vivos entre otras formas de vida”.

Propongo empezar a seguir y trabajar el proyecto denominado “la ciudad de los 15 minutos impulsado por el franco-colombiano Carlos Moreno, propulsada para Paris, generando seis funciones sociales urbanas para que la gente tenga calidad de vida: vivienda digna, tener un trabajo físico o digital en proximidad, poder comprar en las cercanías, acceso a una salud física y mental igualmente próxima, cultura y educación, más aun en momentos como los que hoy vivimos donde la proximidad es la solución para las personas, barrios con escuelas, con mercados locales, lugares para deporte, trabajo al que desplazarte a pie o en bicicleta. No es retrasar el progreso sino anticiparnos a lo que buscan los ciudadanos en la actualidad.

 


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