Certidumbres e inquietudes

Por: José Gregorio Hernández Galindo

Certidumbres e inquietudes

Es verdaderamente lamentable que en nuestro medio no se haya abierto paso una cultura de respeto a la vida humana, y que, por el contrario, se incrementen los casos de muertes, inclusive por móviles tan bajos como el robo de un celular o de una bicicleta. Lo peor es la tendencia de la sociedad colombiana a tomar el fenómeno como algo normal. Y que las autoridades se contenten con comparaciones de cifras entre un año y otro, indicando que los crímenes han disminuido, y que por lo tanto “vamos por el camino correcto”, frase ésta que, como la relativa a las “investigaciones exhaustivas” o aquella otra según la cual “sobre los responsables (no encontrados) caerá todo el peso de la ley”, se ha convertido en símbolo de mediocridad e indolencia. Todo el mundo sabe que esas frases se pronuncian, a más no poder, como por decir algo, y que son mentirosas, pero el público las acepta.

 

Asesinaron en el sur del país a los periodistas del diario “El Comercio”; no se han podido rescatar ni siquiera los cadáveres para que sus familias les den cristiana sepultura, y dos personas más permanecen secuestradas, a la espera –quiera Dios que no- de su sentencia de muerte.

 

Son muchos los policías asesinados en el país en ejecución del llamado “plan pistola”, y miembros del Ejército y la Armada Nacional también han sido víctimas de las organizaciones criminales.

 

Los casos de sicariato son, de nuevo –como en la época de Pablo Escobar-, cada vez más frecuentes, en distintas ciudades y municipios colombianos. La Defensoría del Pueblo registró entre enero de 2016 y el 27 de febrero de este año un total 282 asesinatos de líderes sociales y defensores de derechos humanos.

 

Hace pocos días fue secuestrada y asesinada en Arauca la  líder comunitaria María del Carmen Moreno, y al día siguiente del hallazgo de su cadáver, la personera de Arauquita informó que aparecieron los cadáveres de dos individuos que, todo indica, fueron los asesinos.

 

Respecto a esta ola criminal, y con toda razón, se han declarado sorprendidas instituciones internacionales como la Unión Europea (UE), los gobiernos de Noruega y Suiza, y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Todos muestran su preocupación por los ataques y asesinatos de estas personas, a la vez que el Estado, más interesado en proclamar ante el mundo que en nuestro territorio todo es paz y reconciliación, ha perdido control y autoridad; y no ha asumido en serio su papel, claramente plasmado en el artículo 2 de la Constitución: “Las autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias, y demás derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares”.

 

Miles de mujeres han sido asesinadas por sus parejas; y todos los días se da cuenta de los crímenes cometidos en Colombia contra los niños, inclusive los de pocos días de nacidos; otros caen en medio de cruces de disparos o por balas perdidas.

 

En fin, no hay respeto alguno a la vida humana, ni a la dignidad de las personas. Y, a la vista de muchos, eso es perfectamente normal. ¿Habrá algo en los programas de los candidatos presidenciales al respecto?

 

 

Jóse Gregorio Hernández

Ex presidente de la Corte Constitucional.
Director de la revista
ELEMENTOS DE JUICIO y de LA VOZ DEL DERECHO

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